lunes, 25 de junio de 2012

Textos sobre Belgrano

Belgrano por Mitre

Belgrano tenía la paciencia del organizador, que prepara los elementos del triunfo; la intrepidez en el ataque; la firmeza en el combate y la constancia en la derrota; pero carecía de la ardiente inspiración del campo de batalla.
Este contraste, más severo que el de Vilcapugio, fue debido en gran parte a la ciega confianza de Belgrano antes de la batalla, y a sus errores en el curso de ella; aunque entró por mucho la superioridad de las aguerridas tropas españolas, con mejores jefes y oficiales que los del ejército argentino, y sobre todo, la superioridad inmensa de su artillería. El cargo más serio que puede hacerse a Belgrano es no haberse sabido aprovechar de las faltas de su contrario, atacándolo en la bajada de la cuesta; y después no haber tomado ninguna disposición acertada para neutralizar las maniobras que dieron por resultado la derrota. Así, razón tenía hasta cierto punto Pezuela, al colocar los soldados argentinos más arriba de su general cuando decía: 'Las tropas de Buenos Aires presentadas en Vilcapugio y Ayohuma, es menester confesar que tienen una disciplina, una instrucción y un aire y despejo natural como si fueran francesas; pero si alguna vez volvieran a formar ejército con ellas, como sean mandadas por Belgrano y Díaz Vélez, serán sacrificadas por pocas. Estos dos caudillos no supieron hacer el menor movimiento, cuando obligándolos yo a variar su primera posición, marchando con el ejército sobre su flanco derecho, ellos que me esperaban por su frente no dieron disposición de tomar las alturas, por donde era conocida mi dirección, no hicieron otra cosa que darme su frente y hacer subir una nube de indios a una montaña de su espalda, que yo no necesitaba tomar'.
El general Paz, no menos severo que Pezuela, señala estas mismas faltas; pero al mismo tiempo las explica diciendo: 'Es preciso considerar que estábamos en el aprendizaje de la guerra, y que así como era, el general Belgrano era el mejor general que tenía entonces la República. Estaba también falto de jefes, pues los mejores por varios motivos estaban ausentes: no tenía un solo hombre a quien pudiera deber un consejo, ni una advertencia: estaba solo, y solo llevaba todo el peso del ejército'.
Pero si en la batalla pudo padecer la fama del general, mostrándose inferior al vencedor de Salta: en la retirada vuelve a aparecer el héroe de alma grande, el patriota de fe incontrastable, que no se rinde bajo los golpes del infortunio, y que continúa imponiendo al enemigo y y domina a los suyos, por su tenaz resistencia y fortaleza de espíritu. Situado con la bandera en la mano en las asperezas de la montaña, rodeado de las miserables reliquias de su ejército, continuaba contando reunión a los dispersos, en señal de que su general no los abandonaba.?

En: Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la independencia argentina. Buenos Aires, Eudeba, 1964.




Belgrano por Rivera

?Belgrano alzó su vaso de aguardiente, la pierna derecha cruzada sobre el muslo izquierdo, hidrópico, la cara de un hombre que galopó no sé cuántas leguas para sentarse allí frente a mí, y dijo salud. Dijo salud, y se rió, como si gozara de la posesión de un secreto, y dijo, cuando terminó de reír, cuando olvidó que era dueño exclusivo de un secreto: Tengo a los oficialitos de mi Estado Mayor, yo, un abogado, a caballo, buena parte del día. Les saco callos en el traste. Y los escucho rezongar: chico majadero, me llaman. ¿Qué hago yo, primo, un abogado, arrestándolos, formándoles consejo de guerra por ladrones, por insubordinación, por amotinamiento, a ellos, que se guían por los reglamentos españoles del siglo de Maricastaña, para que no me hagan, amotinados, lo que le hicieron a usted y a Balcarce, sabiendo que aun a los más miserables les sobran padrinos aquí en Buenos Aires?
Dijo: Arresto a los miserables, que andan todo el santo día, con el rosario en las manos; castigo a los cobardes; reparto charqui y maíz en las poblaciones que no nos dan bola, que nos miran con recelo, que ven que no hay mano que ponga freno a la inquietud de los españoles y criollos, que ven que se me ordena guardar cualquier bandera que no sea la del rey, y que yo, que soy un hombre bueno, como usted me escribió, primo, obedezco. Entonces, para darme ánimo, grito a mis soldaditos, fumemos muchachos, que nos sobra tabaco, y recuerdo la luz de Buenos Aires, la de su cielo, porque quemé mis papeles, y da lo mismo, cuando uno quemó sus papeles, no haber nacido que morir a los cuarenta o a los sesenta.?

Andrés Rivera, en La Revolución es un sueño eterno.



Belgrano por Belgrano
Carta a Saavedra
?Buenos Aires,
Cuartel general de Santa Rosa
31 de enero de 1811

Sr. Dn. Cornelio Saavedra

Mi querido amigo: [?] Mis oficios a la Junta no dicen todo lo que yo quisiera decir, ni puedo hablar con franqueza a distancia de cuatrocientas leguas, porque temo que mis cartas caigan en manos del enemigo; la acción gloriosa del 19 me la arrancaron de las manos y las consecuencias me tienen con los mayores cuidados; sólo me ha consolado el aviso que me da Rodríguez de hallarse en la Bajada y que esperaba que pasasen los pardos para ir a atacar a los del Arroyo de la China: quiera Dios que sea feliz, para que pueda venirse con todos y entrar a la conquista de los salvajes paraguayos, que sólo se pueden convencer a fuerza de balas.
Si no se consigue el buen éxito de la expedición, me será forzoso repasar el Paraná; para entonces es de temer que aquéllos, unidos con éstos y apoderados del río, puedan acorralarme y privarme no sólo de la comunicación con la capital sino también de los alimentos, que hoy los tengo, de los ganados que he tomado a los insurgentes del Paraguay, de las posiciones que tienen en esta provincia. [?]
Cuanto menos, necesito 1.500 infantes y 500 de caballería para la empresa de la conquista al Paraguay. [?] Me hallo escaso de dinero; porque de Santa Fe sólo me mandaron 400 onzas, con que estoy socorriendo a la gente, y aunque vengan las restantes no bastan a pagar los sueldos y gastos que se causan, y lo primero es muy preciso, como Ud. conoce, para mantener la disciplina con el rigor que es debido.
[?] Luego que consiga tener la noticia del estado de las municiones despacharé ésta al cuidado de persona que ande mucho y sea viva para que no la pillen; suspendo, pues, de escribir hasta ese momento por si se me ocurriese alguna otra cosa, pero encargando a Ud. que se trabaje con la mayor actividad en todo cuanto he expuesto para lograr nuestros objetos.
Adiós mi amigo; no olvide usted a su
Manuel Belgrano?
(Reproducido en F. Luna, (director) Manuel Belgrano. Buenos Aires, Planeta, 2000.)